martes, 24 de noviembre de 2009

Seremos libres

-No quería matarte... solo verte morir.

-¿Por qué?

-Porque entonces te hubiera querido.

-¿Sólo entonces?

Él la miró a los ojos.

-Creo que sí.

-No te mueras...-murmuró ella.

En sus ojos apareció un ligero rastro de sorpresa. La sangre que manaba de su rostro había teñido su cuerpo de rojo, y él había empezado a gemir de dolor.

-Yo maté a Kuniko...-dijo-, y a otra mujer que se parecía a ti. Al acabar con su vida, algo dentro de mí murió también. Por eso, al verte, pensé que no me importaría morir de nuevo...

Masako se quitó la parka para poder abrazarlo mejor. Tenía el rostro abotargato y amoratado, era consciente que debía de tener un aspecto horrible, pero no le importaba.

-Yo estoy viva-dijo-.No te mueras.

-Es demasiado tarde-repuso él casi aliviado. Su cuerpo se estremecía. Ella acercó su cara a la herida para examinarla. Era enorme y profunda; juntó su piel y la mantuvo unida-. Es inútil -dijo él-. me has seccionado una arteria.

Sin embargo, Masako se resistía a rendirse y seguía aguantándole la cara mientras la vida se le iba poco a poco. Volvió a mirar a su alrededor: se habían encontrado en ese enorme ataúd, se habían comprendido y ahora tenían que despedirse.

-¿Me das un cigarrillo?-le pidió él con un susurro.

Masako cogió los pantalones de él, sacó un cigarrillo del bolsillo, se lo puso en los labios y lo encendió. En pocos segundos quedó empapado en sangre, pero Satake logró extraer una delgada
columna de humo.

Masako se arrodilló frente a él y le miró a la cara.

-Te llevaré a un hospital.

Satake sonrió levemente. Debía de tener también algún tendón seccionado, porque su sonrisa no fue más que un movimiento apenas perceptible en la parte del rostro que no tenía bañada en sangre.

-La mujer a quien maté me dijo lo mismo... Debe de ser el destino...

El cigarrillo cayó de sus labios y chisporroteó en el charco de sangre. Satake cerró los ojos, se había abandonado a su suerte.

-Venga, vamos.

-Si vamos a un hospital, acabaremos en la cárcel.

Tenía razón. Si salían de la fábrica, todo el peso de la ley caería sobre ellos.
Satake empezó a sufrir convulsiones y ella lo abrazó con más fuerza. Cuando sus cabezas se juntaron, notó que su piel había comenzado a enfriarse.

-Me da igual -dijo ella-. Quiero que sobrevivas.

-¿Por qué? -preguntó él en voz baja-. Después de todo lo que te he hecho...

-Si te mueres, también yo moriré. No podré seguir viviendo.

-Yo lo he hecho.

Satake cerró los ojos.

Masako intentaba taponarle la herida y detener la hemorragia, pero él parecía estar cada vez más lejos. Finalmente entreabrió los ojos y le preguntó de nuevo:

-¿Por qué quieres que sobreviva?

-Porque te entiendo -respondió Masako-. Somos iguales, y quiero que vivamos los dos.

Cuando se inclinó para besarle los labios ensangrentados, él la miró con ojos serenos. Entonces, como si no estuviera habituado a hablar con esperanza, dijo con voz vacilante:

-Nunca lo había pensado... pero con cincuenta millones... Si lográramos llegar hasta el aeropuerto de Narita, quizá podríamos salvarnos.

-Me han dicho que en Brasil se vive bien.

-¿Me llevas contigo?

-Claro, yo tampoco tengo a dónde volver.

-Ni a dónde ir... ni a dónde volver... -dijo Satake. Masako miró sus manos ensangrentadas-.

Seremos libres -añadió en un murmullo.

-Sí, libres -confirmó ella. Él alargó el brazo y le acarició la mejilla, pero sus dedos estaban terriblemente fríos-. Apenas sangras -le dijo.

Satake se limitó a asentir con la cabeza, consciente de que Masako mentía.

Out, Natsuo Kirino.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Emptiness

"Only so much can be put in an empty box"