domingo, 31 de mayo de 2009

Reflexiones de un perfecto shinigami




Hacía rato que la tarde había caído sobre la vieja ciudad de Londres, y con ella las viles alimañas que habitaban en ella comenzaban a despertar de su letargo diurno. Por los oscuros nauseabundos callejones se podían encontrar desde vulgares ladrones hasta mendigos harapientos. Y es que, la noche descubría una cara muy diferente de Londres: una faceta malvada, hedionda y siniestra.

Nunca me gustó esta ciudad. Paseo indiferente observando con desdén a los marginados sociales que habitaban en el callejón, retorciéndose en sus agonías. La mayoría estaban medio desfigurados, vestidos con harapos y mendigando una compasión que bien sabían imposible de conseguir. Me parecían despreciables, seres corruptos llegados en su mayoría a su situación como producto de una vida auto-destructiva basada en el dinero, el juego y el alcohol. Son repugnantes, y he de decir que jamás en todos mi años como shinigami, he conseguido ni creo llegar a conseguir entender a los humanos.

Su existencia me parece francamente miserable, pues, ¿Cuánto dura una vida humana? ¿Setenta, ochenta años, con suerte? Lo cierto es que la mayoría de los que habitan en este callejón no llegarán a los cincuenta, y yo me encargaré de ello.

Soy un shinigami modelo, trabajador innato y eficaz como el que más. Puedo decir con orgullo que ninguna queja pesa a la espalda de William .T. Spears, y que para mí mi trabajo como Dios de la Muerte.

Mi tarea consiste en recolectar almas, clasificar los recuerdos y por último rellenar los informes, y debo decir que en todos mis años como shinigami, aún no me he cansado de todo esto.

Debo decir también que en tantos años he pensado bastante sobre la existencia del ser humano. ¿Acaso merece la pena? Por lo general, los humanos terminan cayendo en esa rutina que tanto temen: trabajan, se juntan, tienen descendencia y tras unos pocos años, mueren. ¿No es acaso una ridiculez en comparación con nuestra vida eterna? ¿Qué sentido tiene el nacer para después morir, o peor, para acabar como la escoria de este callejón? ¿Cuál es el fin de una vida corta y repleta de sufrimiento y desdicha? ¿Acaso compensa? Porque, ¿qué hay después de la muerte humana? Sus recuerdos quedarán archivados en las frías salas de nuestra biblioteca, así como su cuerpo se pudrirá, quedando reducido a la nada.

Y aquí comienza mi trabajo. Con precisión, comienzo a segar las vidas de los moribundos de un certero tajo de mi guadaña, Ellos no pueden verme, pues tenemos el don de hacernos visibles o invisibles al ojo humano a voluntad.

Es curioso cuando un humano muere. Aunque sepa que está enfermo, aunque sepa que va a morir, siempre muestra cierta sorpresa, como si no se lo esperara.

Esto ya es para mí una rutina, y cada vez más, los humanos me parecen iguales, todos igual de patéticos. Sé que con esto puedo parecer un monstruo, pero ¿no es acaso normal después de centenares de años segando vidas?

Permanezco impertérrito, presa de un mutismo absoluto. Avanzo inmutable por el callejón, llevándome conmigo todas las almas que aparecen en mi lista, observando como las vidas escapan de sus respectivos cuerpos. No dejo ni una, no me olvido de ninguna, siego todo atisbo de vida con mi guadaña, y cuando no queda un solo ser vivo en el callejón, trepo de un salto a uno de los tejados, observando el reguero de cuerpos tirados en el suelo, yermos, fríos, muertos. Me subo las gafas con la punta de mi guadaña, echando una última mirada de satisfacción y aprobación al callejón, pues soy un amante del trabajo bien hecho. Miro mi reloj de bolsillo, corroborando que he terminado en menos tiempo del que esperaba. Paseo por los tejados de esta oscura ciudad, observando a la gente caminar apresuradamente por las calles. Puedo sentir su miedo desde aquí, saben que “algo” les observa. No puedo evitar que una sonrisa aparezca en mi rostro, rompiendo por un momento mi seriedad. Sé que parece cruel, pero, ¿acaso no se puede disfrutar con tu trabajo...?


viernes, 29 de mayo de 2009

Un sueño

¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueno.

Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?

Edgar Allan Poe

miércoles, 20 de mayo de 2009

After Dark

Perfil de una gran ciudad.
Captamos esta imagen desde las alturas, a través de los ojos de un ave nocturna que vuela muy alto.
En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo. O el conjunto de una multitud de corpúsculos entrelazados. Innumerables vasos sanguíneos se extienden hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan sin descanso las células. Envían la información nueva y retiran la información nueva. Envían consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contradicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se inflama la fiebre, bulle. La medianoche se acerca y, una vez superado el momento de máxima actividad, el metabolismo basal sigue, sin flaquear, a fin de mantener el cuerpo con vida. Suyo es el zumbido que emite la ciudad en un bajo sostenido. Un sonido sin vicisitudes, monótono, aunque lleno de presentimientos.

Nuestra mirada escoge una zona donde se concentra la luz, enfoca aquel punto. Empezamos a descender despacio hacia allí. Un mar de luces de neón de distintos colores. Es lo que llaman un barrio de ocio. Las enormes pantallas digitales instaladas en las paredes de los edificios han enmudecido al aproximarse la medianoche, pero los altavoces de las entradas de los locales siguen vomitando sin arredrarse música hip-hop en todos exageradamente graves. Grandes salones recreativos atestado de jóvenes. Estridentes sonidos electrónicos. Grupos de universitarios que vuelven de fiesta. Adolescentes con el pelo teñido de rubio y piernas robustas asomando por debajo de la minifalda. Oficinistas ajetreados que cruzan corriendo la encrucijada a fin de no perder el último tren. Aún ahora, los reclamos de los karaokes siguen invitando alegremente a entrar. Un coche modelo Wagon de color negro y decorado de forma llamativa recorre el despacio las calles como si hiciera inventario. Lleva una película negra adherida a los cristales. Parece una criatura, con órganos y piel especiales, que habita en las profundidades del océano. Una pareja de policías jóvenes hace la ronda por la misma calle con expresión tensa, pero casi nadie repara en ellos. A aquellas horas, el barrio funciona según sus propias reglas. Estamos a finales de otoño. No sopla el viento, pero el aire es frío. Dentro de muy poco comenzará un nuevo día.


After Dark, Haruki Murakami

sábado, 16 de mayo de 2009

Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes

Señores: su comisión me ha honrado la difícil tarea de pronunciar la conferencia en honor de Williams sobre el asesinato considerado como una de las Bellas Artes; una tarea que podría haber sido fácil hace tres o cuatro siglos, cuando se sabía poco de este arte, y aún eran pocos los modelos expuestos, pero en esta época, cuando los profesionales han ejecutado excelentes obras maestras, es evidente que el público reclamará una mejora correspondiente en el estilo de crítica que se les aplique. La teoría y la práctica tienen que avanzar pari passu. La gente comienza a comprobar que hay algo más que contribuye a la comisión de un bello asesinato que un par de zoquetes que matan o mueren, un cuchillo y un callejón oscuro. El diseño, caballeros, la disposición del grupo, la luz y la sombra, la poesía, el sentimiento, se juzgan ahora indispensables para intentos de esa naturaleza.

Thomas de Quincey

martes, 5 de mayo de 2009

Seraphic Deviltry

Whether He the quaint savant's power doth hold I know not,
Albeit aetat a thousand stars' birth He is -
Quoth I that for reasons to me oblivious
August of a granditude of servants is He held,
And by plastic consonantry e'en more servants to the host added are -
Pelf they are, dare I say!
Maugre His diurnal seraphic deviltry
I say that deviltry - 'tis forsooth deviltry! -
Mind not this in scintillating shades clad is;
To claim the glore is He suffer'd.
"Grant me the fallings", quoth He, "the fatter the better!",
And died they of starvation;
They are not slaughtering their fatlings;
They are slaughtering themselves.
Sith I at time of yester the questions durst ask,
And dare I say this burden weightful was,
Wrack of His machine-like motion was I named,
Tho' blind and fond the jesters rebuilt
The machine alike - yet whetted a dight are its edges...


Seraphic Deviltry, Theatre of tragedy