domingo, 25 de abril de 2010

Desperate Cry [Preludio]



Se encontraba sentado en una butaca de la lúgubre habitación, con el rostro enterrado en una mano, acompañado solo por el leve tintineo del hielo. Suspiró apesadumbrado mientras pegaba un largo trago del vaso que sostenía en su mano, notando el ardor del whiskey bajando por su garganta. A su lado, descasaban dos botellas de la fuerte bebida, una de ellas vacía, delatando lo que había estado haciendo aquella tarde. Estaba deprimido, pues su mundo acababa de derrumbarse por completo, y había bastado una simple reunión de trabajo para ello. Recordando lo que había ocurrido, no pudo sino hundirse más en el amargor que le consumía, vaciando el vaso en su boca mientras trataba de calmarse y pensar con claridad, tarea harto difícil con la cantidad de alcohol que corría por sus venas. Pasó una mano por sus rubios y despeinados cabellos, tratando de despejarse, sin éxito. Poco a poco iba notando como su consciencia trataba de abandonarle, rezando para despertar solo en la mañana, sin que nadie hubiera descubierto su lamentable aspecto. Justo cuando estaba a punto de convencerse que así sería, la puerta se abrió para dejar paso a una imponente figura.

-¿Ahora te das a la bebida, gran Rey de los Países Nórdicos?- dijo la impasible voz del sueco, cerrando tras él. Al principio se le quedó mirando fijamente en la semi-oscuridad, con una mezcla de reproche y lástima, pero finalmente se acercó al danés.- no es tu estilo hundirte así, ¿sabes?

-No soy el rey de una mierda- masculló el danés, dejando el vaso a un lado- y todavía no sé como has podido aceptar que...

-Era lo que tenía que hacer. - le interrumpió el otro, hablándole con su habitual serenidad- simplemente, trato de velar por el bien de mi país...

-¡No me jodas, Berwald! -le espetó, levantándose repentinamente. Tanto fue así que el vaso que descansaba a su lado cayó, haciéndose añicos. Agarró al sueco de las solapas de la chaqueta, empotrándolo contra la pared, mirándolo con furia- ¡Sabes que esto es una puta locura y no haces nada por...!

-Estás borracho. - volvió a interrumpirle el sueco, taladrándole con la mirada.

-¡Y qué si lo estoy! - bramó, reafirmando su agarre en la chaqueta del otro- ¡No hace menos cierto lo que digo!

-Cálmate.- dijo gélidamente- No ha sido idea mía, mi gobierno consideró oportuno el que todo esto se llevara a cabo y yo me he limietado a obedecer.

-¿¡Y ya está!? ¿¡Eso es todo!?. - gritó, desesperandose.

-No sé que más podría haber.- murmuró, por primera vez mostrando algo de turbación.

-¿Cómo... ¿¡Cómo puedes preguntarme eso!? ¿Acaso te importa todo una mierda...? ¿Acaso yo...?

Fue interrumpido por una mano que se cerró súbitamente alrededor de su garganta. El sueco apretó, soltándose al mismo tiempo del agarre del danés mientras le miraba fijamente.

-Ni se te ocurra decirlo. -siseó, amenazante. Se inclinó ligeramente sobre él, hasta quedar muy cerca, pero después se separó, como si se lo hubiera pensado. Le soltó, haciendo que el otro se llevara una mano al cuello, frotando mientras el otro se sacudía la chaqueta, colocándosela bien.- deberías acostarte ya, o mañana estarás hecho un asco. No quiero ganar así. -se dirigió a la puerta, y justo antes de salir susurró un leve "buenas noches".

Den se quedó estático, pensativo. Parecía que el efecto del alcohol se había pasado en cierto modo, pues podía pensar con claridad. Con demasiada claridad, de hecho. Para su desgracia había procesado perfectamente las palabras del sueco. Esperaba que entrara en razón, incluso que al verle en aquel estado lamentable se apiadara y se negara. Pero no había ocurrido así. Se pasó despacio la mano por su alborotado cabello rubio, sumido en sus pensamientos, hasta que se dejó caer de nuevo en la butaca, quedando absorto con los fragmentos de vidrio que aún yacían desparramados por el suelo. Pero aquel vaso no era lo único que se había roto aquella noche.

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