lunes, 11 de junio de 2012

Cruenta llamarada.

Como acero candente se hunde en las entrañas,
Librando de hálito a su desafortunada presa.
Batalla de aves en el estómago al principio,
Cruel vacío cuando la función acaba.
Alegre mensajero de la Fortuna
Que con gracilidad venda los ojos a incautos.
Remanso de placer y felicidad
Que termina cual puñalada de mil dagas.
Oh corazón, poderoso elemento,
Que tan fácilmente se quiebra y sangra.
De nada sirve recurrir a razón o a ingenio.
Las heridas sanan, las cicatrices perduran.
Solo un camino: tiempo.

 

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